Talvez tenga que escribir sobre el tema que tiene invadido el espacio libre de mi mente para poder dejarlo atrás.
El sábado 16 de mayo murió un atleta que vivía al límite constantemente, situación que no debería haberme sorprendido ni impactado tanto.
Pero me impactó. Y mucho.
Estos días saturé mi ser de información al respecto buscando el motivo de mi tristeza. Dean Potter ni siquiera era un gran ídolo mío, no lo conocía personalmente ni iría a conocerlo.
Pero se mató debido a esa delgada línea que separa al riesgo de la muerte y yo me sentí huérfana de mentor sin saber porqué.
No era admiración por sus logros, sino más bien la conexión que tengo con aquellos que deciden tomar las riendas de su propia existencia.
Dean Potter vivía la vida a pleno y honesto a sus principios. Conectado a la naturaleza, enfrentando sus miedos y enamorado de cada día.
Es la ausencia repentina de esa pasión que me dejó un vacío. Y el cuestionamiento de cuanto debemos plantearnos la muerte como motivo primordial para la vida.